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Es una narración oral o escrita, con una mayor o menor proporción de elementos imaginativos y que generalmente quiere hacerse pasar por verdadera o basada en la verdad, o ligada en todo caso a un elemento de la realidad. Sin importar la extensión que tenga -aunque por lo general es corta- el rasgo que la define es su tema. La leyenda siempre es un relato que pretende explicar un fenómeno natural -como las tempestades, los lagos, los terremotos-, contando una historia fantástica.

Las leyendas contienen casi siempre un núcleo básicamente histórico, ampliado en mayor o menor grado con episodios imaginativos. La aparición de los mismos puede depender de motivaciones involuntarias, como errores, malas interpretaciones (la llamada etimología popular, por ejemplo) o exageraciones, o bien de la acción consciente de una o más personas que, por razones interesadas o puramente estéticas, desarrollan el embrión original. 


LA MUÑECA DE DULCE

Érase una vez un rey que sólo tenía una hija. Los reyes y la princesa solían pasear por los alrededores del palacio casi todas las tardes y en uno de sus paseos se encontraron con una gitana que se ofreció a leerle la buenaventura a la princesa. Los tres aceptaron, divertidos por la ocurrencia, pero la gitana, después de mirar la mano de la princesa, les advirtió que se cuidaran mucho del día en que cumpliera los dieciocho años porque ese día sería asesinada.

Los reyes, a medida que la princesa cumplía años, se iban inquietando al recordar la profecía de la gitana y tan grande llegó a ser su preocupación que resolvieron enviar a la princesa a un castillo que tenían y que estaba en lo más oculto del bosque y la pusieron al cuidado de un ama que tenía una hija de la misma edad que la princesa.


Allí vivieron las tres tan contentas y sin preocupaciones y fue pasando el tiempo hasta que se acercó la fecha en que la princesa debía cumplir los dieciocho.
Un día estaba la princesa asomada a una ventana del castillo cuando vio que de una cueva no lejana que desde allí se divisaba salían cuatro hombres y decidió averiguar qué hacían allí. Conque, ni corta ni perezosa, porque era una muchacha traviesa y desenvuelta y un poco cabeza loca, buscó una cuerda, se descolgó de la ventana al suelo y se encaminó a la cueva.

Una vez que entró en ella, vio que sólo había un muchacho que estaba cocinando; la cueva era una cueva de ladrones y el muchacho que estaba cocinando era el hijo del capitán; entonces esperó a que el muchacho saliera y tiró toda la comida que había preparado al suelo, por travesura, puso patas arriba todo lo que había en la cueva y se volvió al castillo.

Al día siguiente, uno de los ladrones, visto lo que había sucedido, se quedó en la cueva al acecho.

A todo esto, la princesa le contó a la hija del ama lo sucedido y determinaron acudir a la cueva las dos juntas, pero le encargó que no dijera nada a su madre de cuanto le había contado.

Conque llegaron la princesa y la hija del ama a la cueva y el ladrón las estaba esperando; las recibió muy cordialmente y se ofreció a enseñarles toda la cueva. La princesa sospechó en seguida que el ladrón llevaba malas intenciones y le dijo:

-Con gusto, pero antes vamos a poner la mesa y a probar ese guiso que tenéis ahí.

El ladrón se entretuvo en poner la mesa el tiempo suficiente para que ellas escaparan y volvieran corriendo al castillo. Y así el ladrón quedó burlado.
En vista de lo cual, al otro día decidió quedarse en la cueva el capitán de los ladrones.

Llegó la princesa sola y el capitán la atendió con gran finura y le propuso enseñarle toda la cueva hasta lo más escondido, donde guardaban sus tesoros, pero ella, que sospechó sus intenciones, le dijo:

-Luego lo veremos, pues ahora lo que quiero es mostrarte yo mi castillo.

El capitán se dijo que ésa sería una buena ocasión de conocer el castillo para poder volver más adelante a robar en él y decidió acompañarla. Como la princesa entraba y salía a escondidas de los guardianes y de los criados, cuando llegó al pie del castillo empezó a trepar por la cuerda y le dijo al capitán que la siguiera; éste empezó a subir detrás, mas en el momento en que la princesa alcanzó su ventana, cortó la cuerda y el capitán cayó quedando muy malherido y se volvió a rastras a la cueva jurando vengarse.

Entonces la princesa se disfrazó de médico y fue a la cueva para ofrecer sus servicios. Y como el capitán estaba tan magullado, le hicieron pasar en seguida.
Pidió que lo dejaran a solas con él y le dio tales friegas con ortigas que a poco lo deja en carne viva. Y al marcharse le dijo:

-¡Yo soy Rosa Verde, para que te acuerdes!

Dejó correr la princesa unos días y se disfrazó de barbero y fue a la puerta de la cueva a ofrecer sus servicios.

Y como el capitán llevaba varios días sin moverse de la cama tenía ya la barba muy crecida, así que le hicieron pasar. Y la princesa le enjabonó, abrió una navaja de afeitar mellada y le  produjo tal cantidad de cortaduras que le dejó la cara hecha un cristo.

Y al marcharse le dijo:

-¡Yo soy Rosa Verde, para que te acuerdes!

Al cabo de una semana, llegó el día en que la princesa cumplía dieciocho años y sus padres la fueron a recoger para tenerla custodiada en palacio y rodearon el palacio de guardias. Y en esto, llegó a la puerta del palacio el capitán de los ladrones disfrazado de caballero y anunció que deseaba casarse con la princesa.

Los padres la llamaron y ella, que reconoció al capitán, dijo que sí, que ella también quería casarse con él. Y allí mismo los casó el capellán.

La princesa, que sabía que el capitán había vuelto para vengarse y recelaba de él, mandó al confitero de palacio hacer una muñeca de dulce que fuera una réplica exacta de ella; y cuando llegó la hora de acostarse, acostó a la muñeca en la cama, le ató una cuerda a la cabeza para que dijera sí o no según ella deseara y se metió debajo de la cama a esperar.

Y le gritó al capitán:

-¡Ya puedes pasar!

Entró el capitán cerrando la puerta detrás de sí con cerrojo, se acercó a la cama y dijo:

-¿Te acuerdas, Rosa Verde, de que nos esparciste la comida por la cueva?

Y la muñeca asintió con la cabeza.

-¿Te acuerdas, Rosa Verde, de que me tiraste del castillo abajo?

Y la muñeca volvió a asentir.

-¿Te acuerdas, Rosa Verde, de las friegas de ortigas que me diste?

Y otra vez asintió la muñeca.

-¿Te acuerdas, Rosa Verde, del barbero que me arruinó la cara?

Y por cuarta vez asintió.

-Pues ahora vas a morir -y la muñeca negó con la cabeza.

Entonces el capitán sacó su puñal del cinto y se lo clavó en el corazón. Y saltó un chorro de almíbar a la cara del capitán y éste creyó que era la sangre y al sentir que era tan dulce, dijo:

-¡Ay, mi Rosa Verde! ¡Que yo no sabía que fueras tan dulce y ahora es cuando me pesa haberte matado! ¡Perdóname, Rosa Verde! -y lo decía lleno de sincero dolor.

Entonces la princesa salió de debajo de la cama, se abrazó a él y le dijo:

-Eres mi marido y te perdono si tú olvidas lo que yo te hice.

Y como él estuvo de acuerdo, volvieron a abrazarse para hacer las paces y vivieron felices durante muchos, muchos años.


Leyenda de amor

  Cuenta la leyenda que cuando el sol y la luna se encontraron por primera vez cayeron en una atracción amorosa, y se enamoraron locamente, ahí fue cuando empezaron una bonita historia de amor. El mundo todavía no existía, sin embargo, cuando Dios creó el universo a ellos les dio poderes de iluminación, un toque de brillo que nadie más podía tener,

 Dios también organizó un poco todo, dio funciones a cada una de ellas, al Sol le dijo que le tocaría iluminar el mundo de día, y que a la Luna le tocaría iluminar de noche, y que por ese motivo tendrían que aceptarlo y vivir separados.

 Ambos entraron en una gran depresión de lloros y tristeza, ya que al fin y al cabo ya nunca más se encontrarían, la Luna cada día estaba más triste, y es que a pesar del brillo que le había otorgado Dios, seguía estando sola sin nadie a su alrededor que le complaciera. Por otro lado, el Sol había ganado terreno, tenía el nombre de Astro Rey, pero tampoco le quitaba el vacio que le había dejado la luna, Dios se dio cuenta de esto y le llamó a los 2.

 A la luna le dijo que iluminaría las noches más frías y calientes, ya que así podrá encantar a todos los enamorados, y al sol le dijo que seguiría teniendo ese nombre de Astro Rey, ya que será el elemento más importante de la tierra, ya que durante el día dará calor al ser humano.

Leyenda del museo encantado

Felipe Suarez, había prometido a sus dos pequeños hijos, llevarlos al museo encantado, así se hacia llamar el nuevo museo que se promocionaba por todos lados, al parecer era uno de los museos mas grandes de todo el mundo y ahora estaba en la pequeña ciudad del estado de Queretaro, algo que no se había visto nunca en la región.

 El día del estreno, la gente hacia fila para entrar, pero Felipe junto con sus pequeños quisieron tomar un atajo, para ser de los primeros en entrar, y se metieron por atrás del establecimiento, total, si los encontraban, tenían los boletos pagados, que podrían hacer, pensó el padre de familia. Y así fue, se metió por la puerta trasera, pero por descuido entro en el almacén del museo encantado, en donde estaban todos las figuras de cera que presentarían, algo que no pudo creer, fue que varias de ellas se movían como si estuvieran preocupadas por el estreno.

Como es que se mueven, si son de cera, se pregunto Felipe, cuando empezó a asustarse, y asustar a los niños, sin querer tumbo algo desde donde veía a las estatuas y todas al mismo tiempo voltearon a verlo, el solo quiso correr y salir del lugar. Con un niño corriendo y otro en brazos, sin querer llego al lugar en donde se presentarían a todos, las figuras de cera, fue entonces cuando vio al encargado, que le sonrió, parecía que sabia que los había visto, solo que en ese momento empezó a entrar la gente, para esto, las figuras de cera ya estaban en el lugar de exhibición. Felipe ya no pudo salir, lo único que hizo, fue mezclarse entre las personas y esperar que abrieran la salida, ya que por la entrada, estaban todos los que no habían podido entrar, fue entonces cuando sintió un pinchazo en el brazo y unas personas lo tomaron junto con sus bebes.

 Después solo se supo que los niños, se le entregaron a la madre, pero del padre de familia nunca mas se supo el paradero, ahora es parte del repertorio de figuras de cera, del museo encantado que se sigue presentando por toda las ciudades de la región, recolectando en cada una de ellas, materia prima para su museo.



El jinete sin cabeza

Un cliente habitual de la cantina, llegó aquel día pidiendo a sus amigos unos pesos para llevar a su hijo enfermo con el doctor. Pero aquellos bribones encontraron en la desgracia de su compañero, un motivo para seguirse divirtiendo, uno de ellos le dijo: -No tenemos ni un peso, pero le comparto un secreto. Dicen que si monta al caballo negro que corre por la loma y logra domarlo, lo llevará a la cueva de su antiguo amo, que está llena de oro. Y puede agarrar lo que quiera para su chamaco-.

Por supuesto aquello era mentira, lo habían inventado en ese momento, para burlarse de su amigo. Pero el otro andaba tan desesperado que se enfiló a la loma, y sobre la rama de un árbol, esperó al caballo y se dejó caer sobre él. Con tanto relinchido y movimiento, la cabeza del hombre quedó colgada en aquella misma rama y su sangre cubrió completo los ojos del animal. La bestia emprendió la carrera, con el cuerpo del hombre a cuestas, sus manos habían quedado bien sujetas al pelaje y en unos segundos ambos cayeron por el despeñadero. Hombre y bestia estaban ahora unidos por un lazo de sangre y muerte, no se sabía cuál era uno y cual el otro.

La sangre corría como un rio salvaje, haciendo grietas en la tierra seca, que la succionaba como si estuviera sedienta, se llenó de burbujas y en un momento comenzó a arder, entre el fuego intenso, ambos cuerpos fueron tragados por la tierra.

Los sujetos no hablaron de lo sucedido a nadie, pero; en el amanecer de cada siguiente día, encontraron sobre alguna puerta la quemadura de una herradura.

La séptima noche después de lo ocurrido, entre las rocas de la cañada, un eco insistente les crispaba los nervios. Parecían cascos de caballo, que avanzaba a trote lento, dando tiempo a que todos lo escucharan, alcanzaron a divisar a lo lejos, una bola de fuego que bajaba por la loma, así que todos se fueron a refugiar a sus casas. Desde alguna pequeña grieta entre las paredes, los mirones vieron un inmenso caballo negro, cuyas patas y crin eran solamente llamas y exhalaba fuego… obedecía las ordenes de un jinete sin cabeza, que lo llevó a través de todas las puertas marcadas, y salieron cargando seis cabezas, con las que luego alimentó a la gran bestia, dejando atrás solamente los cuerpos calcinados de los impertinentes bromistas.



Dicen desde entonces en aquel pueblo: “Quien no tenga intención de ayudar a un alma en desgracia, será decapitado por el jinete sin cabeza y su cuerpo convertido en cenizas por el fuego del infierno, que el caballo negro lleva consigo”.

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