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Había una vez una joven que tenía un estupendo ordenador. Pasaba varias horas al día consultando, estudiando y hablando con su ordenador.
El ordenador tenía sensores que detectaban los ojos de la joven y si veían que estaban más húmedos de lo normal por algún estado emocional de tristeza o melancolía, el ordenador le decía: “¡Ánimo, Mar!” y a continuación aparecían en la pantalla escenas de paisajes idílicos, o bien de cachorros de perros y gatos, que era lo que más le gustaba del reino animal.
El ordenador era capaz de adivinar su estado de ánimo a través del timbre y ritmo de su voz. Cuando el ordenador detectaba que estaba contenta, aparecía en la pantalla una pequeña orquesta y uno de los músicos invitaba, con un micrófono virtual, a que cantase alguna canción cuya letra aparecía en la pantalla. Si detectaba que estaba irritada o enfadada, el ordenador trataba de calmarla con frases agradables y adecuadas a su estado de ánimo.
Cuando Mari Mar se sentía un tanto melancólica recordando algunos bellos lugares que había visitado en sus viajes, o bien quería contemplar lugares nuevos de todo el mundo, sólo tenía que decirle a su ordenador: “Viajar quiero”. En seguida aparecía en la pantalla las diversas opciones: lugares románticos, lugares exóticos, lugares desérticos, lugares polares…Mari Mar le encantaba volver a ver Cantabria y Asturias, pues fue un viaje inolvidable que realizó con sus compañeros del instituto hace un par de años.
Otro día, Mari Mar le dijo a su ordenador: “Novio quiero”. En seguida aparecieron en la pantalla multitud de nombres y características de jóvenes que, al igual que ella, podrían buscar pareja. Después de constatar, por curiosidad, varios nombres de chicos, edad, lugar de residencia, estudios, profesión etc., se le ocurrió decirle a su ordenador: “Amor quiero”. Se quedó unos segundos la pantalla en blanco y apareció un rótulo que decía: “No procesado”. Su querido ordenador no sabía lo que quería decir amor. Se humedecieron los ojos de Mari Mar y entonces escuchó la voz de su ordenador: “¡Ánimo, Mar!, mientras veía en la pantalla unos cachorros de gatos para consolarla. “Pobre ordenador – pensó con ternura Mari Mar- no alcanza a saber lo que es el amor”.
Entonces, tras un suspiro, susurró en voz baja dirigiéndose al ordenador: “Cuánto me gustaría que supieras qué es el amor y entendieras lo que quiere decir ¡te quiero!”. Nada más pronunciar Mari Mar estas palabras, apareció en la pantalla las diversas opciones de té: té de Ceilán, té de la India, té de la China, de Singapur, té verde, té negro, té de perla…
A continuación Mari Mar apagó el ordenador y se puso a contemplar las nubes del cielo desde su ventana.
Y Colorín Colorado...
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